mientras lo lee fafa
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primer acercamiento//
Estoy leyendo Tokio Blues, de Haruki Murakami y no está mal. Pero tampoco es nada extraordinario. O quizás es por la inevitable comparación con la Montaña Mágica, libro inmediatamente anterior, que ha pasado a formar parte de mis favoritos por haberme deparado momentos extraordinariamente gratos.
segunda semana//
Se pone mejor. La primera impresión fue la de "esto ya lo leí". Me sabía a Caulfield y a Bandini(*), el mocoso que no encuentra su lugar en el mundo y que, pese a ser de tierno corazón, resulta un inadaptado, tiene actitudes poco comprensibles, incoherentes y no sorprende a nadie. En un punto Murakami me resultaba tan poco japonés que me fastidiaba. Nada que me permitiera asociarlo con Oe, con Kawabata o con Mishima. Y hay que decirlo, no sé si es por culpa de la traducción o del propio Murakami, pero no me pareció que la prosa fuera nada del otro mundo. Fluida y amable, sí, pero no muy "lírica" que digamos (cuando alguien escribe lindo y da placer los críticos dicen que tiene una prosa lírica, qué cosa).
Pero después empezó a gustarme más. Lo del Guardián Entre el Centeno se transforma en un guiño deliberado cuando alguien le pregunta al protagonista si habla así para imitar a Caulfield. También son deliberados los guiños a Gatsby y a los Beatles y un interesante coqueteo con Mann. Lo que resulta claro es que a Murakami le copa la cultura norteamericana y lo transmite muy bien. De alguna manera, es bien distinto de los escritores de la generación anterior y se distancia de ellos de modo explícito. No me parece que, tal como dice la contratapa, haya un buen retrato del turbulento Japón de finales de los sesenta. Pero sí hay un interesante retrato de una generación que le da la espalda a la cultura de su país, fuma Marlboro, escucha Madera Noruega y habla de películas con Dustin Hoffman. Por eso me parecía tan poco japonés. Ahora me parece bien que así sea, porque está hablando desde el distanciamiento y el cambio. Y la prosa, qué sé yo, es de lectura ligera, tampoco hay que pedirle tanto. Así que le pido disculpas a Murakami por haberlo juzgado a la ligera, quizás influido por el prejuicio que uno suele sentir por los escritores que están de moda. Si alguien lo ve por ahí, que le avise y le mande saludos míos.