Babel (2006)Según la ve Ramiro de Abecedarios
Amores Perros me gustó. 21 Gramos también (aunque recuerdo haber dicho que si la película no hubiese estado compaginada en trocitos de atrás para adelante, sería una pelí más del montón). Con esos antecedentes, me mandé a ver Babel.
Se ve que el director tuvo éxito con los inversionistas porque se mandó una superproducción en tres continentes, y en vez de tener en el plantel a un mexicanito lindo y a un argentino que le haga la música... tuvo al mismo mexicanito lindo que ahora lo conoce todo el mundo, y al mismo argentino que ahora porta un Oscar en su haber. Y además a Brad Pitt. Y a Cate Blanchet.
Empecemos diciendo que yo soy un amante del cine. No como la revista El Amante que nunca gusta de ninguna película. Yo amo el cine y no espero darle 10 puntos para decir que una película “se puede ver”. Como amante del cine, voy haciéndome aliados, y los voy siguiendo en sus carreras. Así llegué a Babel, por su director (no me pidan que escriba el apellido porque es re difícil).
Termino de ver la película y me cuesta decidirme. Me cuesta decir lo que hay que decir. Busco la forma de hacerlo. Busco el mensaje. Trato de ver si está camuflado de metáfora. No me sale. Es decir: me sale pero no como yo quiero y desisto, buscando otro camino. Entonces lo digo y listo: Babel es una mierda bien hecha. Lo dije.
Es que hay películas que no necesitan un argumento complejo como 12 Monos o Underground para ser buenas. No me entiendan mal. Con películas en las que la trama es casi nula he salido encantado. Pero Babel no fue el caso. Expongo por qué.
Babel trata de varias historias, muy levemente conectadas, en las cuales sufren los protagonistas y también el espectador. Eso es lo que determina que diga que está bien hecha. Logra que sufras. Logra que te espantes un poco con imágenes como una gallina en plena decapitación o una cosida de puntos en condiciones precarias y sin anestesia. Logra que los actores se conviertan en parte de vos y te hagan casi gritar desesperado. Pero al final de la película te preguntás para qué. Es que no aprendiste nada. No sacaste ninguna conclusión, aunque más no sea de esas tristes y llenas de impotencia que te muestran la cara triste del mundo en que vivimos. No lograste cumplir ningún objetivo en la vida –ni en la tuya ni en la de los actores- y te queda la sensación de haber sufrido al divino botón.
Entonces volvés a buscarle el hilo conductor. “¿Historias de malos entendidos?” No, no todas. “¿Injusticias?” Tampoco. Buscás algo que justifique tu sufrimiento y nada.
Entonces te quedan las imágenes bien logradas, la música muy protagonista (hay quienes sostienen que si en medio de una película lográs pronunciar la frase “qué buena la música” es que te estás aburriendo), los guiños a Kusturica, la experiencia cinematográfica y nada más. Lo lindo de ir al cine.
Advierto: muchas películas cuyas expectativas fueron altas, decepcionaron en la primera vez; pero al cabo de un par de años uno pesca la misma en la tele, empezada, se engancha y –ya más relajado- dice que no era tan así lo que uno pensaba. Me ha pasado con glorias como Pulp Fiction. Y si pensamos en este ejemplo traído al azar de mi memoria, quizás veamos que mi cerebrito sigue tratando de hacer fuerza por Babel para hacer un gol sobre la hora, ya que Pulp Fiction se ajusta bastante bien a la definición de “historias levemente conectadas que te hacen sufrir”.
Bueno, me fui por las ramas y no dije lo más importante: ¡Chicas! ¡A Brad Pitt lo avejentaron! En fin. En caliente me es difícil ser categórico y con la seguridad de ser objetivo. Quizás tendría que esperar un año para escribir la crítica. Pero ya a nadie le importaría. Si sos amante del cine, creo que tenés que verla. Y mucho mejor si vas ahora, antes de que gane el Oscar, porque después te va a costar más todavía aceptar que fuiste por eso a verla.
***Nota para Freaks (que no fue)*** Volvía del cine con una genial, viendo que el nombre real de la piba japonesa era Kojí, pero resultó ser del actor que hace del padre. Una pena; hubiese estado genial.