Y después, la vergüenza.
Sentirse especial no es un privilegio. Otros lloran mientras se duchan en otros cuartos de baño.
¿Se puede tirar la piedra y esconder la mano? ¿Esconder la ducha y tirar la toalla? Escribir un libro que sea un espejo y no atrevernos a mirar. La imagen estará invertida pero seguirán ahí las dudas, de dónde viene la tristeza, que es como decir, de qué material están hechos los tornillos o dónde está el botón que hay que pulsar para dejar de ser monstruos y convertirnos en personas.
Ojalá las cosas dejaran de existir con sólo no mirarlas. ¿Cuál es el botón que hay que pulsar para mirarse al espejo y no sentir miedo? Perder el rastro de los ojos en el fondo del fondo, ignorando lo superficial del vidrio. Allá donde todo se duplica y ya no es uno, sino dos los vampiros que no se reflejan. Desnuda, Clarice, y aparecen las tuercas desprolijas que ha puesto quien nos ha ensamblado. ¿Dónde nos pusieron el botón? ¿Cuál es? ¿Y si convertirnos en personas nos asustara más? Quiero una póliza de reversibilidad para volver a ser horrible y alejar a los exorcistas que se me acercan con los ajos y la estaca.
¿Cuál es el espejo en el que hay que pulsarse para dejar de sentir esta vergüenza monstruosa? Ocultemos las escamas debajo de la alfombra. En el ropero hay un hueco para dejar las patas de iguana. Tengamos fe en que alguien vendrá a cambiarnos las pilas y entonces le preguntaremos por nuestro número de serie. Clarice, no quiero ser tan tonta como para escribir el libro que me refleje. Pero para no sentirme tonta, escribo.
(inspirado en La hora de la estrella, de Clarice Lispector)imagen tomada prestada de JJFEZ (http://www.jjfez.com/espanol )
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