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:·:·:·:·:·:·:·:·: :·:·:·¿Cuál de todas tus personalidades prevalece cuando estás en soledad?:·:·:·:·:·: :·:·:·:·:·:·:·:·:
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3.29.2009

¿soy un monstruo o esto es ser una persona?

Discúlpenme, pero voy a seguir hablando de mí, que soy mi desconocido, y al escribir me sorprendo un poco porque he descubierto que tengo un destino. Quién no se ha preguntado: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona?
Antes quiero afirmar que esa chica no se conoce sino a través de vivir a la deriva. Si fuese tan tonta como para preguntarse "¿quién soy yo?", se espantaría y se caería al mismo suelo. Es que el "¿quién soy yo?" provoca necesidad. ¿Y cómo satisfacer la necesidad? Quien se analiza está incompleto.
Clarice Lispector, La hora de la estrella.


El héroe, ya sea dios o diosa, hombre o mujer, la figura en el mito o la persona que sueña, descubre y asimila su opuesto (su propio ser insospechado) ya sea tragándoselo o siendo tragado por él. Una por una van rompiéndose las resistencias. El héroe debe hacer a un lado el orgullo, la virtud, la belleza y la vida e inclinarse o someterse a lo absolutamente intolerable. Entonces descubre que él y su opuesto no son diferentes especies, sino una sola carne.
Joseph Campbell, El héroe de las mil caras.

Si no asimilamos nuestro ser insospechado no podremos hacer arte, no podremos llegar muy lejos con nuestra escritura. A eso me refiero cuando digo que más allá de las técnicas, es fundamental el autoconocimiento.

Todos vivimos tratando de mantener a raya a uno que otro monstruo interior que nos habita. Algunos tenemos un zoológico, otros uno solo pero bien grande y peligroso. Prueba irrefutable de esto son los sueños, un lugar en el que dejamos de controlarlos y aparecen a sus anchas.

No se trata de tener que hacer lo que el monstruo haría (tal vez éste sea el peor de los miedos), se trata de aceptarlos. Cuando los negamos, el mundo se vuelve chato. No existen los relieves ni la escala de grises. Los otros se dividen en buenos empalagosamente buenos y malos imperdonablemente malos. Los últimos son incapaces de enternecerse y los primeros jamás le desean la muerte a nadie.

La aceptación, entonces, se convierte en la única estrategia efectiva de control. La negación, por el contrario, los fortalece. Jung decía que nuestra sombra (nuestro ser insospechado, nuestro monstruo, todo lo que de nosotros mismos no aceptamos y condenamos al desván) se hace más y más poderosa cuanto más y más renegamos de ella.

Una vez, en una impro de escritura creativa, una alumna escribió sobre estar en una cena y agarrar el tenedor, en un acto de locura incontrolable y porque sí, clavárselo en la yugular al comensal que estaba sentado a su lado. Al leerlo en voz alta, confesó sentirse incómoda. O, al menos, sorprendida de haber sido capaz de imaginar y escribir semejante escena.

Pongámoslo así: somos y no somos esa loca asesina del tenedor. Como en los sueños, la idea viene de nuestra cabeza, la hemos creado. Pero como en la vida real: es ficción. ¿Acaso a alguien se le ocurrió meter presos a todos los escritores de policiales negros?

3.19.2009

A mis maestros

Si hoy día me encontrase con la accesibilidad a un maestro o chamán como en las historias de Castaneda, o en los mitos búdicos, o incluso, mirá lo que te digo, como en las películas de Karte Kid, no dudaría ni un instante en iniciar un camino espiritual.

Tal vez sean excusas para seguir como estoy, pero se me hace que la excesiva demanda espiritual de nuestros días ha convertido toda oportunidad de seguir a un maestro en algo parecido a almorzar en un fast food self service. Hacé la fila con tu bandejita, y cuando llegue tu turno, pedí rápido que atrás también hay alguien apurado por que lo atiendan.

¿Cómo encontrarse así con las bromas prácticas que hacen que se desvanezca tu ego por un instante, las transfiguraciones del maestro en águila, la convivencia ociosa que sabe esperar el momento justo para una enseñanza? Ahora estos maestros tienen tantos discípulos que imparten iniciaciones en cadena por Internet.

Pero no me quejo, porque tengo suerte. Tuve y tengo muchos maestros. Muchos muy buenos. Y es por ellos que me di cuenta de que aprender es mucho más que recibir buena información.

Cantidad de veces salí de una clase o terminé un curso sintiéndome infinitamente agradecida. No sólo por los contenidos que había recibido, tampoco por haber descubierto que me llevaba una manera nueva de integrar toda esa data a lo que ya sabía desde antes.

La gratitud era por el cuidado, la pasión, la felicidad del maestro; por una cuantiosa energía intangible que a veces etiquetamos como “dedicación”.

Lo que hace de un maestro un buen maestro es su generosidad.

Es un buen maestro el que sabe 3 y te da 3.
No es tan bueno el que sabe 10 y te da 1, o medio, o, lo que es peor, en vez de dar sólo te pide (reconocimiento, halagos, adulación).

Es un buen maestro el que, sabiendo 3, le preguntan 4 y admite que no tiene tal conocimiento.
No es tan bueno aquél que sabe 10, le preguntan 11 y manda fruta o, lo que es peor, dice que saber 11 no sirve para nada.

Es un buen maestro el que aprende a admirar y respetar el potencial de sus discípulos, aún cuando éstos sean potencialmente mejores que él.

Es un buen maestro el que admite que sus discípulos han alcanzado su mismo nivel y les da el rol de pares.

Es un buen maestro el que deja aflorar el estilo de sus discípulos y lucha constantemente en contra de imponer sus gustos.

Un buen maestro puede encontrarse en un aula, en un curso, en un taller. Pero también puede ser un médico, un compañero de trabajo, un amigo, un mozo, un hijo, un hermano o una madre. Un buen discípulo es el que sabe reconocerlos.

3.15.2009

Cualquiera puede escribir (Ratatouille)

SPOILER
Advertencia: si no viste la película Ratatouille y la querés ver, este post te cuenta el principio y te muestra el final.

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"Simpático libro, Cualquiera puede cocinar. Y más simpático es que Gusteau crea que eso es posible. Yo, al contrario, diría que la cocina es algo serio. Y no, no creo que cualquiera cocine...", declara Anton Ego, el crítico culinario más malo de París antes de que larguen los títulos del comienzo.

Me gusta la idea que desarrolla esta película.

Cualquiera puede ser un chef. Incluso, una rata.

Cualquiera puede ser cualquier cosa.

Nacemos como un chef/ un acróbata/ un contador/ un presidente/ una bailarina del caño/ una loquesea en potencia.

Piensen esto: nacemos y somos capaces de hablar cualquier idioma del mundo, siempre y cuando nos críen en un entorno en donde se hable ese idioma.


O piensen: durante la gestación y sus primeros meses de vida, un ser humano es contorsionista. Cualquier bebé se chupa el dedo del pie sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo de elongación. Quién sabe por qué cuando crecen, algunos conservan esa facilidad y otros no. Supongo que hay motivos que pueden ser emocionales o familiares. (Mi registro de voz, por ejemplo, es soprano. Sin embargo, mi voz hablada es más grave, porque crecí imitando la manera de hablar mi madre).

¿Cualquiera puede escribir?

Yo creo que sí. O, en todo caso, que los impedimentos, de exisitir, no son la falta de una varita mágica que nos marcó al nacer.

Para ser un buen escritor hace falta:

leer muchísimo
y tener un profundo conocimiento del sí mismo.

El resto (la técnica, los contactos, el perfeccionamiento), viene con la práctica.
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Talleres:
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