SPOILER
Advertencia: si no viste la película Ratatouille y la querés ver, este post te cuenta el principio y te muestra el final.
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"Simpático libro, Cualquiera puede cocinar. Y más simpático es que Gusteau crea que eso es posible. Yo, al contrario, diría que la cocina es algo serio. Y no, no creo que cualquiera cocine...", declara Anton Ego, el crítico culinario más malo de París antes de que larguen los títulos del comienzo.
Me gusta la idea que desarrolla esta película.
Cualquiera puede ser un chef. Incluso, una rata.
Cualquiera puede ser cualquier cosa.
Nacemos como un chef/ un acróbata/ un contador/ un presidente/ una bailarina del caño/ una loquesea en potencia.
Piensen esto: nacemos y somos capaces de hablar cualquier idioma del mundo, siempre y cuando nos críen en un entorno en donde se hable ese idioma.
O piensen: durante la gestación y sus primeros meses de vida, un ser humano es contorsionista. Cualquier bebé se chupa el dedo del pie sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo de elongación. Quién sabe por qué cuando crecen, algunos conservan esa facilidad y otros no. Supongo que hay motivos que pueden ser emocionales o familiares. (Mi registro de voz, por ejemplo, es soprano. Sin embargo, mi voz hablada es más grave, porque crecí imitando la manera de hablar mi madre).
¿Cualquiera puede escribir?
Yo creo que sí. O, en todo caso, que los impedimentos, de exisitir, no son la falta de una varita mágica que nos marcó al nacer.
Para ser un buen escritor hace falta:
leer muchísimo
y tener un profundo conocimiento del sí mismo.
El resto (la técnica, los contactos, el perfeccionamiento), viene con la práctica.
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