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:·:·:·:·:·:·:·:·: :·:·:·¿Cuál de todas tus personalidades prevalece cuando estás en soledad?:·:·:·:·:·: :·:·:·:·:·:·:·:·:
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9.01.2008

Abriendo un portal

Traduje este texto de un libro que me prestó un amigo. Seguramente se consigue en español (creo que se llama "El tamaño de la bolsa"), pero me interesó para usarlo en el Seminario Intensivo de Escritura Creativa del verano pasado y me pareció más rápido traducirlo que buscar el ejemplar en español. Es estimulante pensar en nuestra percepción, y sobre todo en nuestra mirada particular del mundo, desde una perpectiva poética como la de Berger. Tal vez el mejor entrenamiento como escritores es el de aprender a mirar en los intersticios.

El cielorraso de la habitación está pintado de un celeste esfumado. Hay dos grandes ganchos oxidados de los cuales, hace mucho, el granjero colgó sus salchichas y jamones ahumados. Ésta es la habitación en la que estoy escribiendo. Desde la ventana se ven viejos ciruelos, la fruta volviéndose azul negro y más allá, el cerro más cercano que conforma el primer paso hacia las montañas.

Esta mañana, temprano, cuando todavía estaba en la cama, un gorrión entró volando, circundó la habitación, se dio cuenta de su error y volando escapó por la ventana, pasó los ciruelos para posarse sobre el cable del teléfono. Relato este pequeño incidente porque me parece que tiene relación con las fotografías de Pentti Sammallahti. Éstas también, como el gorrión, son aberrantes.

Tengo algunas de sus fotografías en casa desde hace dos años. A veces las saco de la carpeta para mostrárselas a amigos que vienen a visitarme. Ellos, al principio quedan boquiabiertos y después espían más de cerca, sonriendo. Miran los lugares que se muestran durante más tiempo del que se le dedica a una fotografía usualmente. ¿Se preguntarán si conozco al fotógrafo, Pentti Sammallaht, personalmente? ¿O en qué lugar de Rusia fueron tomadas? ¿En qué año? Nunca intentan poner su placer evidente en palabras, porque ese placer es un placer secreto. Simplemente miran de cerca y recuerdan. ¿Qué?


En cada foto hay por lo menos un perro. Eso es evidente y no debe ser más que un latiguillo. Aún así los perros ofrecen una llave para abrir una puerta. No, un portal –porque aquí todo es afuera, afuera y más allá.

En cada foto noto también una luz especial, la luz que determina el momento del día o la estación del año. Invariablemente, es la iluminación en la que las figuras buscan –animales, nombres olvidados, un pasaje que conduce a casa, un nuevo día, el dormir, el próximo camión, la primavera. Una luz en la que no hay permanencia, una luz de nada más duradero que un vistazo. Eso también es una llave para abrir el portal.

Las fotos se tomaron con una cámara panorámica como normalmente se usan para hacer estudios geológicos de amplitud. Aquí la amplitud no es importante, creo, por razones estéticas sino, otra vez, por motivos científicos, observacionales. Una lente con un foco más estrecho no hubiese encontrado lo que ahora veo, y por lo tanto eso hubiese quedado invisible. ¿Qué veo?

Vivimos nuestras vidas cotidianas en un constante intercambio con la serie de apariencias cotidianas que nos rodea –a veces son muy familiares, a veces son inesperadas y nuevas, pero siempre confirman nuestras vidas. Lo hacen incluso cuando son amenazantes: la visión de una casa en llamas, por ejemplo, o un hombre acercándosenos con un cuchillo entre los dientes, aún nos recuerdan (con urgencia) nuestra vida y su importancia. Lo que habitualmente vemos nos confirma.

Aún así, puede suceder de repente, inesperadamente, y más frecuentemente en la media luz de los vistazos, que atrapamos la visión de otro orden que se intersecta con el nuestro y no tiene nada que ver con él.

La velocidad de un film es de 25 cuadros por segundo. Dios sabe cuántos cuadros por segundo pasan parpadeando en nuestra percepción diaria. Pero es como si, en esos breves instantes de los que estoy hablando, de repente y de manera desconcertante, vemos entre dos cuadros. Nos topamos con una parte visible que no estaba destinada para nosotros. Tal vez era para aves nocturnas, renos, hurones, anguilas, ballenas…

Nuestro orden visible tradicional no es el único, coexiste con otros órdenes. Historias de hadas, espíritus, ogros fueron un intento humano de conciliarse con esta coexistencia. Los cazadores están continuamente al tanto de eso y por este motivo pueden leer signos que nosotros no vemos. Los niños lo sienten intuitivamente porque tienen el hábito de esconderse detrás de las cosas. Allí descubren los intersticios entre diferentes series de lo visible.

Los perros, con las piernas adaptadas para correr, narices afiladas y memoria desarrollada para recordar sonidos son los expertos de la frontera natural de esos intersticios. Sus ojos, cuyo mensaje a veces nos confunde por ser urgente y mudo, están sintonizados para captar al mismo tiempo el orden humano y los otros órdenes visibles. Quizás por eso, en muchas ocasiones y por motivos diversos, entrenamos a los perros como guías.

Probablemente fue un perro el que guió al gran fotógrafo finlandés al momento y lugar de sacar esas fotos. En cada una el orden humano, aún estando a la vista, deja de ser central y se va resbalando. Los intersticios están abiertos.

El resultado es perturbador: hay más soledad, más dolor, más abandono. Al mismo tiempo, hay una expectativa que no he experimentado desde la infancia, desde que hablaba con perros, escuchaba sus secretos y me los guardaba.


The Shape of a Pocket, John Berger
Vintage International Edition, March 2003
ISBN 0-375-71888-5

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